Nuestro comportamiento con los niños depende de como los vemos, de como la sociedad busca que los veamos, de como son y como nos gustaría que fueran e, incluso, de como se ven ellos. En particular, las imágenes del niño que manejamos en las circunstancias de nuestra vida cotidiana integran algunos elementos del niño imaginado como ángel que debe mantenerse incontaminado, separado del contacto con seres humanos pervertidos por la civilización (y que, por tanto, debería ser dejado a su propia evolución ; del niño como diablo que debe se controlado, como manojo de instintos; del niño como organismo capaz de realizar un trabajo, como cuerpo productivo; del niño como consumidos potencial de mercancías adecuadas a su edad, como comprador directo o como gancho para la venta o, en fin, del niño como interlocutor posible en un lenguaje apropiado a su experiencia y a sus intereses.
No hay comentarios:
Publicar un comentario